
La mirada de David Bowie fue tan icónica como su música, pero pocos saben que ese rasgo tan distintivo fue producto de una pelea adolescente.
Cuando Bowie tenía 15 años, discutió con su amigo George Underwood por una chica. La cosa subió de tono y George terminó dándole un puñetazo directo al ojo izquierdo. El golpe dañó los músculos del iris y provocó que su pupila quedara permanentemente dilatada.
Durante años, muchos pensaron que Bowie tenía heterocromía (ojos de distinto color), pero en realidad tenía anisocoria, una condición en la que las pupilas tienen tamaños diferentes. Esto hacía que su ojo izquierdo luciera más oscuro y reflejara la luz de manera distinta, dando la falsa impresión de que eran de colores distintos.
Lejos de ocultarlo, Bowie hizo de esa peculiaridad parte de su imagen. En sesiones de fotos, videoclips y conciertos, su mirada resaltaba y contribuía al aura enigmática que lo rodeaba.
El ojo “accidentado” no lo frenó; al contrario, se convirtió en una de esas imperfecciones que terminan definiendo a un artista.