¿Qué fue de Jean-Claude Van Damme?

La historia de Jean-Claude Camille François Van Varenberg y su trayectoria vital representa otro buen ejemplo de la búsqueda, y consecución, de ese ideal denominado sueño americano. Y es que el actor belga de 60 años tuvo una visión y se aferró a ella con todas sus fuerzas.

Se crió hablando francés en Berchem-Sainte Agathe, una pequeña localidad al oeste de Bruselas, donde con el paso de los años iría cultivando el deseo de labrarse un futuro glorioso mientras visionaba éxitos como Ben Hur, La leyenda del indomable o The Cincinnati Kid.

Su padre, florista de profesión, aportó su granito de arena al pensar que a su hijo le vendría bien aprender artes marciales para pulir un físico un tanto endeble, que también moldeó gracias al ballet. Abandonó la escuela a los 16 años y se decantó por el culto al cuerpo. Tanto es así que, tras lograr algunos títulos menores de culturismo y competir con relativo éxito como kickboxer, decidió abrir un gimnasio en el centro de Bruselas al que llamaría, proféticamente, California Gym.

“Muchas veces, miraba por la ventana en Bélgica y estaba lloviendo. El cielo era gris y deprimente. Así que iba al cine. Y de repente la pantalla se llenaba de luz y los colores brillantes explotaban. Y quería ser parte de eso. Le decía a mi madre: ‘Voy a ser una estrella de cine.’ Ella respondía: “Eso es maravilloso, Jean-Claude. Pero no se lo digas a papá”, declaró en cierta ocasión a The New York Times.

Desembarco en Hollywood

Y así, en 1981, con apenas 21 años, Van Damme vendió el gimnasio y, huyendo del primero de sus matrimonios fallidos, puso rumbo a Los Ángeles. Tenía 8.000 dólares en el bolsillo y no hablaba inglés. Fue entonces cuando adoptó el sobrenombre de Van Damme, en honor a un hombre de negocios y amigo de Bruselas. Pasó los siguientes cinco años conduciendo limusinas, repartiendo pizzas e incluso manufacturando alfombras en una fábrica de Irvine. Por aquel entonces, corría ya el año 1986, se había vuelto a casar y a divorciar.

Su primer papel de cierta entidad fue en Retroceder nunca, rendirse jamás, considerada con el tiempo una película de culto, aunque no fue hasta poco después cuando abordó a Menahem Golan, director ejecutivo de Cannon Films, en un restaurante de Beverly Hills y ejecutó una de sus características patadas por encima de la cabeza del magnate, que inmediatamente le contrató para Bloodsport.

El sueño y la fórmula del éxito de Jean-Claude Van Damme tomaban forma: cintas con escaso presupuesto y abundante beneficio sin importar lo que la crítica pensara al respecto. Y así llegaron Cyborg (1989), Kickboxer (1989), Lionheart (1990), Doble impacto (1991), Soldado universal (1992), Timecop (1994) o Streetfighter (1994), cinta que marcaría la cúspide de su carrera y el principio del fin.

El órdago que le hizo caer en desgracia

En ese momento, ya con el tercer matrimonio finiquitado a sus espaldas, a Van Damme, que se codeaba en cierto modo con estrellas del momento como Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger o Steven Seagal, se le subió la fama a la cabeza. La cinta basada en el mítico videojuego supuso su salario más alto en la industria (7 millones de dolares) y su rodaje más polémico hasta la fecha: un romance fugaz con Kylie Minogue, y mucho alcohol y drogas.

Además, el actor decidió lanzar un órdago a la industria. Y perdió. Columbia le ofreció un contrato de 30 millones de euros por protagonizar tres películas, pero Van Damme se vino arriba y pidió 50, los mismos emolumentos de Jim Carrey, el actor mejor pagado por aquel entonces.

“No se trataba de dinero. Estaba encadenando películas, y siempre de promoción. Estaba cansado. Todo lo que tocaba era rentable. A Jim Carrey le pagaban una fortuna. Y pensé que a mí también me podían dar esa cantidad. Menudo idiota. Me pusieron en la lista negra y ahí se acabó todo”, aseguró el actor a The Guardian años después.

Tampoco ayudaba el hecho de que su vida se viera salpicada continuamente por las polémicas como consecuencia de su adicción a la cocaína, que cristalizaron en un nuevo fracaso matrimonial, el cuarto, y en un deterioro físico evidente que le llevó a rehabilitación de manera efímera. Tras ser diagnosticado con trastorno bipolar buscó refugio en su tercera esposa, Gladys Portugues, con quien se volvió a casar en 1999. Y con quien, de alguna manera, ha logrado perdurar hasta nuestros días.

Entrados ya en el nuevo siglo, la carrera cinematográfica de Jean-Claude Van Damme era directamente un esperpento a base de películas, y secuelas, de muy bajo nivel que ni siquiera se estrenaban en las salas de cine. Pero el belga era irreductible y no perdía la fe. “No soy una estrella de cine. Soy una marca. La gente me conoce por mi nombre, no por mis películas”, ha asegurado en alguna ocasión.

La crítica a sus pies

En 2008, un rayo de esperanza amenazaba con otorgarle el esplendor de antaño. JCVD, un drama en el que se interpretaba a sí mismo con un emotivo monólogo final le valió el respeto de crítica y público a partes iguales. “Si me das algo un poco más profundo, un mejor guión y un buen elenco a mi alrededor, entonces puedo hacer un gran trabajo”, aseguró poco antes de que se proyectara la película en el mismísimo Festival de Cannes.

Pero fue un espejismo. Rápidamente el actor volvió a abandonarse a la ausencia de calidad en sus proyectos, aunque hay que reconocerle que de una manera u otra ha sabido sacarle partido a esa marca de la que se vanagloria a través de documentales, merchandising, spots de publicidad o memes.

No vuelve: nunca se fue

Pero si alguien piensa que Jean-Claude Van Damme ha abandonado definitivamente la profesión, no puede estar más equivocado. De hecho, Amazon Prime estrenó en 2017 una miniserie, Jean-Claude Van Johnson, en la que que se da a entender que Van Damme en realidad era un espía secreto que había aceptado sus roles en el cine para camuflarse en misiones como agente secreto. Y una vez más, quizá la penúltima, recibió alabanzas por su interpretación.

Y llegamos a 2021. Y la marca sigue teniendo reclamo. Ahora es Netflix la que apuesta por él tras darse cuenta de que alguna de las películas más vistas de su catálogo son suyas. De hecho, está a punto de estrenar El último mercenario, la primera comedia de acción de su carrera, y hay más proyectos sobre la mesa. Jean-Claude Van Damme no vuelve porque nunca se fue del todo.

Con información de: tikitakas

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